domingo, 2 de junio de 2013

La No Dualidad en el Carnaval

La Salada Claridad comparte la esencia de la No Dualidad. Vivir de lleno el Carnaval significa dar pasos hacia un próximo salto de Conciencia. Puedo llorar amargamente, con un pasodoble, la pena de lo pobre que soy y, acto seguido, puedo reírme escandalosamente, con un cuplé, de exactamente lo mismo.

El Ser Terrenal y el Ser Espiritual conviven continuamente en todas las personas. El pensamiento dual consiste en que uno de los dos silencie en algún momento al otro. El pensamiento no dual consigue observar un mismo tema desde los dos puntos de vista a la vez.

viernes, 12 de abril de 2013

Naturaleza en Equilibrio

En este momento podríamos definir la felicidad como un estado de máxima realización personal. Sin reducir esa realización a una simple búsqueda del placer. Pero sí nos atreveríamos, quizá, a enmarcar todas nuestras acciones dentro de dos categorías tradicionalmente antagónicas: el bien y el mal.


Categorías opuestas de una dicotomía que no termina de tener una razón de ser eterna y universal. Porque el concepto del bien y el mal no ha permanecido inmutable a lo largo de la historia. Se le ha hecho depender del sujeto de la acción, del contexto y del objeto sobre el que recae la acción, e incluso se acepta como inescrutable cuando da la sensación de que no está en nuestra mano.

Recientemente he concluído que el bien y el mal son conceptos meramente humanos, terrenales y, como tales, limitados y temporales. Y que, por tanto, no deben tener excesivo peso sobre aquel concepto universal de felicidad. Es más, se me llegan a antojar que son leyes acordadas en sociedad y que evolucionan con ella.

Pero como el alcance de nuestras acciones va más allá de las relaciones humanas, y repercute además en el resto de la naturaleza, viva y muerta, entiendo que nuestra máxima realización personal tiene que ver más con una armoniosa relación con la naturaleza en su conjunto que con un riguroso cumplimiento de las leyes de los hombres.

Sobre todo si las leyes de los hombres atentan contra ese equilibrio al que constantemente tiende la naturaleza. Desequilibrio inducido del que tenemos más conciencia cuanto más analizamos el momento histórico en que nos encontramos por las circunstancias que atravesamos.

Hemos aprendido que el sistema económico global actual se basa en la competitividad entre seres humanos y en la explotación intensiva de recursos naturales y humanos, entre otros.

Que desregular esa competitividad conlleva aceptar el sacrificio parcial o total de los individuos precisamente menos competitivos, y en los términos en los que se compite. Y que no es posible el crecimiento continuo de la riqueza que se obtiene a partir de la explotación de unos recursos finitos.

Y por eso, cuando tomamos conciencia del desequilibrio que se produce en la naturaleza humana, debido a un desigual reparto de riquezas entre los menos instruídos en las reglas del mercado libre, y a la sensación de escasez que transmite la certeza de que los recursos son limitados, nos damos cuenta de la responsabilidad que tenemos cada uno de nosotros en restablecer ese equilibrio.

Un equilibrio natural que, por otro lado, tiene mucho que ver con las circunstancias en las que tiene lugar nuestra felicidad personal.

martes, 19 de marzo de 2013

Tesis, Antítesis, Síntesis

Se denomina triada dialéctica a la concepción de la realidad como un proceso circular, que va de un momento estable llamado Tesis, que deja de ser válida cuando aparece su Antítesis, y que encuentra a su vez una nueva estabilidad en un consenso llamado Síntesis.

De forma paralela, cada persona, al mismo tiempo que el conjunto de la sociedad, está comprobando en la Red cual es la realidad en la que vive, está gritando en la Calle cual es la realidad que quiere, y construirá en consenso una nueva realidad a gusto de todos y todas.

El grueso de la sociedad está ahora mismo gritando en la calle cual es la realidad que quiere. Muy probablemente, quienes no griten ahora ni participen en el consenso serán las primeras personas en dudar de la próxima tesis que se proponga.

jueves, 14 de febrero de 2013

La Conciencia Dormida

Para abandonar esta etapa de pesimismo en la que vivimos y dar comienzo a otra en la que la felicidad sea un valor constante, tenemos que dedicar un tiempo prudente y necesario a despertar nuestra conciencia.

La conciencia dormida, y el consiguiente abandono de responsabilidades en manos de personas con la conciencia dormida, es lo que ha provocado la situación en la cual nos encontramos actualmente, uno de los mayores altos en el camino de nuestra historia reciente.

Nos equivocamos al culpar a políticos y banqueros de todos nuestros males y, sobre todo, al poner en ellos toda nuestra esperanza y confianza, y ninguna en nosotros mismos.

La falta de conciencia, o la conciencia dormida, hace que votemos, o nos abstengamos, sin conocer el programa electoral de un partido, o lo aceptemos sin rechistar, o no hagamos ninguna propuesta de mejora que dé sentido a la democracia. Si no opinamos, o no podemos opinar, sobre los asuntos que nos competen a todos, estamos delegando toda nuestra responsabilidad en nuestros representantes. Todo el poder político que emana del pueblo soberano en forma de millones de votos se acumula en muy pocas manos el día siguiente al de las elecciones y hasta cuatro años después.

Pero la conciencia está aún más dormida a la hora de ejercer su poder económico. Si nuestra voluntad, o el poder de llevar a cabo una decisión, se desprende de nuestro voto y no se retoma hasta las siguientes elecciones, el dinero que ahorramos, gastamos o invertimos, nuestro poder económico, pasa por nuestras manos sin que apenas sepamos de donde viene y adonde va.



Todas las personas que intervienen en nuestra vida, tanto a nivel local como a nivel global, pueden ser consideradas extensiones o reflejos de nuestra propia personalidad, en la medida en que las entendemos, las rechazamos, las toleramos, las admiramos o las protegemos. De esta manera, el partido al que votamos es quien representa nuestra voluntad en las instituciones, como el banco en el que ahorramos representa la hucha inteligente en la que todas las personas depositamos nuestro dinero.

El problema aparece cuando la hucha es más inteligente que la parte consciente que nos representa en la institución. Y la inteligencia que decide qué se hace con la hucha no es la nuestra, la de la ciudadanía, sino la de muy pocas personas que no representan ni se mueven en absoluto por los intereses comunes de toda la población mundial, sobre la que influyen. Es una inteligencia con muy poca conciencia que defiende los intereses de un mecanismo humano defectuoso que asegura su supervivencia pero no ofrece ninguna garantía de felicidad.

En la etapa de la revolución de las telecomunicaciones que está empezando ahora, apenas si se ha sofisticado el mundo del comercio, la economía y las finanzas en la segunda mitad del siglo XX. El mundo de la cultura, la ciencia y las humanidades no ha experimentado todavía la transformación que sufrirá cuando las nuevas formas de comunicación globalicen este conocimiento como sí está ocurriendo ya con el económico.

De una manera u otra, el poder económico de bancos y grandes empresas, o sea, nuestra hucha, es tan grande que anula el poder político de nuestros representantes en las instituciones, es decir, quienes ejercen nuestra voluntad en nuestro nombre. Tanto que es el primero quien dicta las leyes al segundo sin contar con la ciudadanía. En otras palabras, la conciencia dormida que maneja nuestro dinero en los bancos controla a su antojo la escasa conciencia que nos representa en las instituciones.

A estas alturas de la reflexión solemos gritar a los cuatro vientos que no nos representan. Les echamos toda la culpa de las guerras que provocan, de los tiranos que colocan en los gobiernos, de las altas cifras de desempleo, de la baja calidad y escasa libertad de los medios de comunicación. Pero olvidamos que, siempre, siempre ejercen un poder, político o económico, que emana única y exclusivamente del pueblo soberano. Y aquí es donde tenemos que despertar al inconsciente para que tome conciencia del inmenso poder que está delegando en ciertas cúpulas sin darse cuenta.

Los hábitos de consumo, consumo de bienes materiales, de bienes culturales, de sensaciones placenteras o de entretenimiento, están extensa e intensamente monitorizados a través de bases de datos digitales que ya se están sofisticando desde que empezó la revolución global de las telecomunicaciones. La lista de la compra y los índices de audiencia otorgan un inmenso poder a quienes manejan estos datos a diario, reflejo de nuestro comportamiento mayoritariamente inconsciente, en comparación con el mínimo poder consciente que otorgamos cada cuatro años a un representante político.

La conciencia dormida del ser humano que toma las decisiones que afectan a todo el planeta, permite, y hasta provoca, que ocurran infinitas injusticias como las relacionadas con el hambre, la explotación infantil y las guerras a nivel global, o el desempleo, la pobreza, los suicidios y la corrupción a nivel nacional. Y lo hace porque una mayoría de personas le da ese poder y apoya cualquier tipo de medida siempre que el mecanismo del que es parte garantice la existencia de recursos y bienes materiales, aunque no haya para todo el mundo ni garanticen la propia felicidad personal.

Despertar la conciencia no es tarea fácil. Ni tan fácil para unos como pueda serlo para otros. Tampoco resulta sencillo cambiar la forma de ver la vida por voluntad propia. Pero estamos atravesando una época de cambios históricos, con unas herramientas de comunicación que antes sólo estaban al alcance de quienes controlaban el mundo, y que hoy están siendo usadas por cientos de millones de personas en red. Unas herramientas que podemos usar por fin para abocar al ser humano a su propia felicidad, yendo un paso más allá de lo que se ha podido avanzar doscientos años después del estallido de la Revolución Industrial.