Llamamos dependientes a personas que, por su avanzada edad o por su
discapacidad física o intelectual, no se valen por sí mismas para el
desarrollo de actividades de la vida diaria. En muchos aspectos, siempre
desde la antipatía, se ha llegado a percibir a estas personas como una
carga, y se han concedido, en parte por ésto, una serie de ayudas
económicas para cubrir los gastos de sus cuidados.
Sin embargo,
todos y todas vivimos estas mismas condiciones vitales a lo largo de
nuestra infancia y no se nos tilda de dependientes ni se nos asigna una
ayuda a pesar de los gastos y necesidad de cuidados que generamos a esa
edad.
En realidad, y desde una óptica vitalista y no
materialista, yo diría que todos y todas somos interdependientes porque
todas y todos damos y recibimos, y en el reconocimiento mutuo nos
explicamos y nos damos sentido.
Y en concreto, en el caso de los
niños, creo que se comete uno de los mayores errores cuando se les
considera una carga, no se ayuda a cubrir los gastos que generan sus
cuidados, y encima no se valoran lo suficiente las grandes enseñanzas y
alegrías que nos dan día a día.
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